El Rincón de Javier Rojas Asensio – El Hospital Tavera

   El Hospital Tavera, de San Juan Bautista, o de Afuera – por hallarse situado extramuros de la ciudad, frente a la Puerta Nueva de Bisagra – es, sin duda alguna, el gran edificio del Clasicismo renacentista toledano, suma de las diferentes tendencias arquitectónicas que se sucedieron durante tres cuartos de siglo.

   El primer edificio del Renacimiento en Castilla – según palabras de un historiador del arte tan clásico como don Manuel Gómez Moreno – el Hospital Tavera fue fundado como hospital general dedicado “a los tocados de diferentes enfermedades” por el cardenal y arzobispo toledano don Juan Pardo Tavera, en 1541, con el deseo de emular al Cardenal Pedro González de Mendoza y su hospital de la Santa Cruz y, al mismo tiempo, proveerse de una capilla funeraria donde enterrarse. Esta doble finalidad, de beneficencia y sepulcral, condicionaría lógicamente la estructura del edificio toledano.

Autor de la fotografía: Javier Rojas Asensio

 

   Las obras de su construcción dieron comienzo en 1541, tras obtener el permiso del emperador Carlos V y del Papa Paulo III, y su ubicación se debe a las nuevas teorías renacentistas que postulaban el alejamiento de estas instituciones de la población, con el fin de evitar contagios, y a que las ordenanzas de Toledo prohibían terminantemente el construir más hospitales o conventos en la zona de intramuros. Cuando se dieron los permisos de construcción la ciudad, que era sede de la Corte, contaba con nueve hospitales para asistencia de enfermos y dieciséis hospitalitos que servían de expósitos y otras necesidades asistenciales de la población. Este hospital fue dedicado a San Juan Bautista.

     Proyecto lento en su ejecución, encargado a Alonso de Covarrubias, maestro mayor de la Catedral de Toledo y a la vez arquitecto de las obras reales.

   Pero el proyecto original fue reformado posteriormente por los arquitectos que se unieron  a su desarrollo: Bartolomé de Bustamante, secretario de cámara del Cardenal, quién asumió realmente el control de las obras. También se conoce sobre la contribución desde 1551 de Hernán González, aparejador de Covarrubias, y finalmente, en el siglo XVII, la aportación de Nicolás de Vergara “el Mozo”.

 

   Su tamaño y su situación aislada y exterior al caserío de la Ciudad imperial hacen del Hospital Tavera un edificio impresionante, al que su tratamiento formal externo convierte también en excepcional.

   Por una parte, sus almohadillados y sus marcos de ventanas de dovelaje almohadillado le confieren un aspecto de solidez y fortaleza, propio del género toscano que querrían representar, y de riqueza lumínica al contrastar luces y sombras bajo la poderosa luz toledana absolutamente singulares; por otra, la complejidad de sus ritmos – que denuncian una capacidad de imaginación combinatoria muy original por parte de su tracista – y su sabor italianizante, basada en fuentes librescas o en modelos pétreos, introducen un refinamiento inesperado, que parece tocar incluso el aparejo almohadillado de sus marcos de ventanas: más que un orden rústico, sus dovelas se nos presentan afacetadas, como si se trataran de piedras preciosas talladas, puntas de diamante más delicadas y pulidas al decir de Serlio, casi como las de las “coronas” de remate de los dos torreones de la frontera Puerta Nueva de Bisagra.

   Edificio de grandes dimensiones (de unos 85 metros de frente y de unos 110 metros de largo), el Hospital constituye una de las principales construcciones españolas del siglo XVI.

   Todavía desde su exterior es perfectamente visible la mole ochavada y piramidal del cimborrio de su capilla, flanqueada desde los cuatro puntos cardinales por parejas de altísimos obeliscos funerarios rematados por bolas de bronce.

 

 

   La imagen introducida por Nicolás de Vergara el Mozo por encima de las fachadas de las enfermerías del hospital nos trae a la memoria, y probablemente hiciera referencia legible en su época, un catafalco fúnebre permanente, un castrum doloris, como los que se erigían en la catedral, de forma efímera, para celebrar los funerales de sus arzobispos.

   Construido este enorme y elevado cimborrio contemporáneamente a la iglesia del monasterio de San Lorenzo del Escorial.

   Su enorme costo, se hablaba en 1599 de que se habían ya gastado más de 500.000 ducados y sabemos que solo en el panteón se gastó una suma por encima de los 18.000 ducados, lo convierten también en una de las obras más espléndidas de la época.

   Se accede al interior a través de una portada, terminada por el arquitecto Pedro Martínez Morales en el siglo XVIII.

   Es de gran sencillez, consta de un arco de entrada de medio punto y dos grandes columnas que reposan sobre alto basamento. Sobre ella un balcón flanqueado por dos escudos, el izquierdo del fundador y el derecho de la casa de Medinaceli. Todo remata con una hornacina sobre la segunda cornisa, con la tosca figura de San Juan Bautista. El tercer piso del edificio es del siglo XIX. Las torres que se proyectaron en un principio nunca llegaron a construirse.

 

 

   Entrando en el espacioso zaguán, vemos en su bóveda central un gran escudo del cardenal Tavera, con capelo, adornado con dorados. A la izquierda una puerta en alto conduce al museo, que ocupa lo que fueron estancias palaciegas de la fachada principal. En su interior guarda una gran riqueza artística: gran colección de pinturas, muebles de la época (destacando un armario barroco del siglo XVII), tapices (sobresaliendo el que representa el milagro de la aparición de Santa Leocadia a San Ildefonso), espejos (en especial uno de origen holandés, alfombras persas, braseros árabes.

 

 

Muy dignas de contemplar son la biblioteca y la botica o farmacia.

 

 

 

  La antigua botica, a la izquierda del zaguán de la Capilla, forma parte también de los espacios de este museo, la única estancia del conjunto hospitalario que conserva idéntica función a la originaria y se mantiene en el mismo lugar que le diera Covarrubias en sus primeros planos de 1540-1541, cerca de las antiguas enfermerías y en el ala opuesta a la de los servicios no clínicos como la cocina y la despensa. De la completísima dotación de esta farmacia, con albarelos, orzas, morteros, espatuleros, pesas y medidas, etc., destaca el botamen de vidrio y de cerámica de Talavera de la Reina, Alcora y Puente del Arzobispo de los siglos XVI y XVII, y un armario del Seiscientos, bellamente policromado, en cuyo centro dos puertas conocidas como el ojo el boticario, adornadas con el escudo del Cardenal Tavera, se abren a dieciséis cajoncillos que guardan las más preciosas y costosas drogas: granates o esmeraldas.

   Una gran puerta nos introduce desde el zaguán al patio interior, de gran sencillez, pero de extraordinaria belleza, que queda dividido en dos por una galería de bóvedas de arista con arcos de medio punto sobre columnas dóricas con basa y que conduce a la iglesia.

   Este patio tiene dos alturas, superponiéndose el estilo jónico del superior, con arcos ligeramente escarzanos, sobre el dórico del inferior, con arcos de medio punto, componiendo en total 96 arcos sostenidos por 112 columnas. La decoración es casi espartana, sólo destacan los espejos negros  en las juntas, que en el piso superior se sustituyen por rosetas, y un friso rematando el entablamento, con triglifos y metopas. En las esquinas escudos cardenalicios y una regia, a la vez que sencilla balaustrada en el segundo piso.

 

 

 

   La iglesia en su actual configuración es obra de Nicolás Vergara “el Mozo” y de Juan Bautista Monegro. El primero sería el constructor y el segundo el decorador. La portada, que otros atribuyen a Berruguete, es de mármol blanco y tiene buenas columnas y una cornisa muy adornada con relieves sobre la que descansa el escudo del fundador, sostenido por dos guerreros sentados sobre leones.

 

 

 

   El interior consta de una sola nave cubierta por bóveda de medio cañón y un ábside semicircular.

   En el interior destaca el Altar Mayor con el retablo que le fue encargado al Greco en 1608, así como varios lienzos de su mano: “Las lágrimas de San Pedro o El Bautismo de Cristo”. Tras la muerte del Cretense en 1614 los lienzos no estaban concluidos y fue su hijo Jorge Manuel quien se comprometió a terminarlos. Al no poder cumplir su palabra fueron muchos los problemas judiciales y económicos que le sobrevinieron como los bienes que le fueron embargados tras el pleito.

   La cúpula, de media naranja con linterna, sobresale del resto del edificio con un gran cimborrio que destaca por su forma robusta y sensación de pesadez.

 

 

   En este templo, inaugurado en 1624, lo que brilla con luz propia es el magnífico sarcófago del fundador del hospital, esculpido por Alonso de Berruguete con gran riqueza y perfección. Fue cincelado entre 1554 y 1561 en mármol blanco. Presenta en las esquinas cuatro águilas con las alas extendidas. Los frentes tienen exquisitos relieves representando pasajes de las vidas de San Juan, Santiago y San Ildefonso. En el que da a la puerta figura la Caridad en un grupo lindísimo con tres pequeñas criaturas. Corona el sepulcro la figura yacente del cardenal Tavera revestido de pontifical y descansando la cabeza sobre dos almohadones, guardado por alegorías de las cuatro virtudes cardinales en tamaño algo menor que el natural.

   Lo más llamativo de todo el sepulcro es la expresión cadavérica del prelado, de un sobrecogedor realismo. Un prodigio de arte.

 

 

   La gran cripta que bajo la iglesia se halla, fue reconstruida en nuestros días y sirve de panteón a las familias Lerma y Medinaceli. Esta cripta es semiesférica y tiene la propiedad de que situándose justamente en su centro, la voz reverbera y sólo se escucha uno a sí mismo al emitir un sonido.

 

   Las Hermanas de la Caridad llegaron en 1887 al Hospital, gracias a la Duquesa de Santo Mauro, madre de Luís Jesús Fernández de Córdoba, XVII duque de Medinaceli, instalando su Escuela de San Juan Bautista, reinstaladas en 1942 tras el paréntesis de la Guerra Civil y la presencia efímera de la Academia Militar de 1847.

   La Duquesa Viuda de Lerma doña María Luisa Bahía y Chacón (1885-1960), tras la muerte de su marido don Fernando María de Constantinopla Fernández de Córdoba y Pérez de Barrada (1860-1936), XVII duque de Lerma, instituyó el Museo de la Fundación Duque de Lerma del Hospital de Tavera en 1940 para exponer el legado de obras de arte que había constituido su difunto marido, compuesto básicamente por las obras heredadas en 1886 de la importante pinacoteca de sus padres, los Duques de Medinaceli. Para perpetuar la memoria de aquél creó la Fundación Duque de Lerma, hoy fusionada con la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, que ha enriquecido los fondos del museo con otras obras procedentes de la misma colección.

   Para finalizar, a principios de los años 90 se llevó a cabo, en virtud de la firma de un convenio entre el Ministerio de Cultura y la Fundación Casa Ducal de Medinaceli para albergar la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, la restauración del ala oriental del hospital así como de la piedra de su soberbio claustro.

   Hoy en día el Hospital de San Juan Bautista puede parecernos un complejo de intrincada estructura y de evidente heterogeneidad formal. No podía ser de otra manera; un edificio cuya construcción duró casi una centuria y por la que pasaron todos los grandes arquitectos toledanos de la época, no podía librarse de acumular las intervenciones de cada uno de ellos, con sus rasgos estilísticos derivados de personalidades y fechas tan diversas. Las obras sucesivas llevadas a cabo terminarían por modificar aún más lo que debió ser – si lo tuvo – su aspecto en los proyectos de Alonso de Covarrubias.

 

   En la fachada oriental, que corre paralela a la carretera que enlaza Toledo con Madrid, hay a lo largo del muro, a la altura de los ojos de una persona de talla normal, en los sillares almohadillados, unas letras grabadas aisladas, que unidas dicen: I (O) (A) NNES P TAVERA CARD, APO, TOLETANVS., F, C,  MDXL 

 

 

   “La fabrica de el Hospital de San Iuan Baptista extramuros de Toledo, es de las mas insignes que ay en España, en grandeza, ornato, riqueza y oficio”. Si así comienza, en un tono panegírico tradicional, la descripción de Salazar – Vergara, la importancia arquitectónica del edificio puede quedar resumida en el último párrafo: Toda junta, y en partes, es de las mas acertadas y excelentes Fabricas que ay en Europa, y mas conforme a las reglas y observaciones de la verdadera Architectura esto dixo muchas vezes leyendo en Salamanca el Maestro Muñoz, Cathedratico de Mathematicas en aquella Universidad, y lo dizen los Estrangeros que la vienen a ver, como a una de las maravillas de el Mundo”.

 

FUENTES: Referencias tomadas de las publicaciones:

  1. “Fantasía y Realidad de Toledo” – Editorial Azacanes – Por Ángel Santos Vaquero y Emilio Vaquero Fernández-Prieto – Año 2002

  2. “El Hospital Tavera de Toledo” – Año 2007. Autor Fernando Marías – Fundación Casa Ducal de Medinaceli

  3. “Rutas por Toledo – Entre la historia y la leyenda” – Ediciones ORBE DINAMIC – Año 2017 – Autor: Jaime Moraleda Moraleda.

 

REPORTAJE de Javier Rojas Asensio.

FOTOGRAFÍAS de Javier Rojas Asensio (la primera) y de Angel Martinez Torija

 

 

 

 

Comentarios

  1. Francisco Javier Rojas Asensio
    Francisco Javier Rojas Asensio 26 enero, 2019, 19:36

    Espero que el presente trabajo conjunto sirva de divulgación.

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