Leyenda del Cristo de la Luz

 

(año 1085. Reconquista de Toledo. Alfonso VI)

 

   A comienzos del siglo VIII, y las tropas musulmanas, bajo el mando de Tarik, se aproximan a las murallas Toledanas.  Los cristianos, temerosos de que los árabes pudieran profanar una imagen del Cristo Crucificado que se veneraba en una pequeña iglesia, cercana a la puerta de Valmardón, deciden esconderla practicando, al efecto, un hueco en uno de los muros interiores del templo. Antes de tapiarlo, encienden una lamparilla de aceite y la depositan en el hueco, a los pies de la cruz.

 

 

   Aquel hecho queda olvidado con el paso del tiempo, y años después, los conquistadores de la ciudad, fijan sus ojos en la pequeña iglesia y la convierten en mezquita, una más de las que existieron en Tolaitola durante la prolongada ocupación agarena, la “Mezquita de Bab Al Mardúm”., bautizada por Alfonso VI en su época, como la “Mezquita del Cristo de la Luz”.

 

 

   Siglos después, un nuevo ejército se presentaría ante las magníficas fortificaciones de la ciudad.  Las tropas cristianas se aprestan a reconquistar la antigua corte visigoda, y tras largo asedio logran su objetivo, un día 25 de mayo del año 1.085.  Ese día Alfonso VI, rey castellano, acompañado por Rodrigo Díaz de Vivar, “El Cid Campeador”, entra victorioso en Toledo, a través de la Puerta Vieja de Bisagra, que en la actualidad tiene su nombre “Puerta de Alfonso VI”.

   Cogió el camino natural y más directo, aunque más difícil: la cuesta del Cristo de la Luz. Atravesó la puerta de Valmardón y cuando su caballo pasaba frente a la mezquita, acontece un hecho portentoso: El caballo del rey se arrodilla, negándose a avanzar. El caso se tuvo por muy insólito y ante la persistencia del animal en su actitud, Alfonso VI y sus acompañantes lo interpretan como un mensaje divino. El obispo don Bernardo solicita al rey, permiso para efectuar en la mezquita un detenido registro, pues opina que aquella señal del cielo está relacionada con algo que sucede en el pequeño templo musulmán.

            En el transcurso de las indagaciones, llevadas a cabo por los propios soldados castellanos, una de las piquetas golpea un espacio del muro que suena a hueco, y ante el asombro general, queda descubierto el crucifijo y la lamparilla, que aún continuaba luciendo después de más de trescientos años.

 

 

   Una losa blanca, frente a la entrada de la mezquita, indica el lugar en el que, según la leyenda, se arrodillara la cabalgadura del rey, lo que motivó el posterior descubrimiento del “Cristo de la Luz”, nombre con el que, a partir de entonces, se conocería ya a la bella mezquita. “Mezquita del Cristo de la Luz”.

 

 

 

FUENTE:

 

Leyenda:

www.leyendasdetoledo.com

 

Fotografías:

Angel Martinez Torija

 

 

Categorías: leyendas

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