Leyenda de la Cava

   En el pueblo llamado Pedroche (Córdoba), sus habitantes no viven ajenos a la leyenda de uno de sus pozos en el que se cuenta que un día una dama joven que vivía refugiada en el castillo de esta localidad, cierta noche en su desesperación se lanzó a su abismo. Desde entonces en sus inmediaciones son muchos los vecinos que –a través de los siglos– dicen haber visto su fantasma en noches sin Luna vagando sin rumbo fijo.

 

TOLEDO, Siglo VIII

   Cuando Toledo era la capital visigoda, era costumbre que las hijas de los nobles vinieran a la Corte para educarse, recibir formación y en algunos casos, incluso contraer matrimonio. De esta manera el año 709 llegó a nuestra ciudad Florinda, joven de extraordinaria belleza, hija del poderoso conde don Julian, que era gobernador de Ceuta y otras plazas del norte de África y cuya misión era mantener a raya a los musulmanes que intentaban adentrarse en la Península.

   El palacio real se encontraba en aquella época en la zona que hoy conocemos como el barrio de San Martín por la parte que da a la ciudad, digamos entre San Juan de los Reyes y la Puerta del Cambrón, aunque también se dice que en este lugar tenía el conde don Julián una residencia, donde viviría Florinda y otras chicas cerca de la Corte.

 

 

   El caso es que desde allí el rey don Rodrigo observaba a las jóvenes y una de ellas llamó poderosamente su atención desde el primer momento, lo que conocemos como “amor a primera vista” y desde ese momento no dudó en cortejarla. La joven dama en cuestión era Florinda y solía bañarse con las otras jóvenes en los bajos del palacio, donde todavía hoy podemos observar un espléndido torreón.

 

 

   Varias veces propuso don Rodrigo a Florinda relaciones y ante la negativa de ésta un día llegó a forzarla; quedando la chica embarazada tras la violación y por tanto, el rey la obligó a convertirse en su esposa a pesar del rechazo de la joven. Desde entonces entre el populacho se la conoció como “la reina Cava” es decir: la reina prostituta (aún sin serlo). Fruto de aquel acto nació un niño al que Florinda cuidaba con mimo aunque con tristeza y por supuesto mostrando su desdén e indiferencia por el rey violador del que también se decía que había roto la tradición de poner un candado en el Palacio Maravilloso que poseía Toledo, habiendo roto incluso los ya existentes y haberse adentrado en sus estancias prohibidas buscando supuestos tesoros.

 

 

   Enterado el padre de Florinda de tal ultraje no dudó en vengarse del rey godo permitiendo el paso de los moros a la Península precisamente por el paso que él controlaba y de esta manera el año 711 se produjo la invasión árabe que duraría ocho siglos. Vencieron los moros al mando de Táriq Ibn Ziyad a don Rodrigo en la batalla del Guadalete entre el 19 y el 26 de Julio de dicho año. Pudo huir Florinda no obstante y se refugió en un pequeño pueblo llamado Pedroche, del ya denominado Al-Alandalus llegando a pasar desapercibida pero no se llevó consigo a su hijo, quedando este a merced de los invasores. Como era de esperar, los árabes acabaron con toda la estirpe del último rey visigodo y de esta manera también mataron al pequeño.

   Florinda sintiéndose culpable de la invasión musulmana comenzó a perder la cabeza y cuando fue avisada de que su hijo había muerto a manos de esos invasores, después de haber vivido un tiempo en penitencia, decidió poner fin a sus días arrojándose a uno de los pozos cercanos al castillo, dicen que con las joyas que había logrado sacar de Toledo.

 

 

 

   Otras versiones cuentan que Florinda fue muerta y enterrada en las proximidades de lo que hoy conocemos como “Baño de la Cava” y, que desde lo alto del torreón, se veía frecuentemente la figura de una dama vestida de blanco y la de un guerrero armado, lanzando ambos austeros gemidos. No muy lejos de Toledo, en la zona de sus montes vivía en retiro y oración un ermitaño al cual una noche se le apareció una joven que le relató los mismos hechos que los toledanos contaban una y otra vez, acerca de ese torreón. Era Florinda que le contó todos los asuntos de su vida y como se sentía culpable de la invasión árabe y que también el ánima en pena del rey Rodrigo andaba errante suplicando perdón. El ermitaño desde el arrabal organizó una procesión y se cuenta que cuando la cruz de guía llego al lugar, el cuerpo de Florinda se levantó de la tierra lanzándose a continuación al agua. Después se bendijo el lugar y cuando los toledanos lo abandonaron, nunca más se volvió a ver a estas almas atormentadas por este paraje.

 

   Dos versiones para una leyenda de las muchas que se cuentan en nuestra ciudad, las dos bonitas, apasionantes ambas. Como toda leyenda, no se sabe donde acaba la historia y donde empieza la fantasía. Pero lo cierto es que pudo suceder.

 

   

 

 

 

 

     

 

Fuente:   

                  Leyenda:   Carlos Dueñas Rey

                  Fotografías: Angel Martinez Torija

 

Categorías: leyendas

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